domingo, 17 de febrero de 2013

Fenix en llamas.

Qué que se sobre las casualidades? Que es la forma más ingenua de engañar al destino cuando lo que queremos decir es causalidad. Que todo está hecho para ser visto, para que cuando lo mires, tus pupilas quieran reinventar motivos para llegar hasta ello. O seguir sin más, buscando el horizonte. Y el horizonte solo te lleva a espejismos que no puedes tocar y que, si no te das cuenta pronto, te haran morir de sed.

La realidad es que yo no se nada de mucho. Pero si me preguntan si creo en el destino, les hablaré de tu calle. Esa avenida sin nombre donde van a parar todos los sueños, tan concentrados en ser realidades que caben en tu colchon. Justo ahí, al lado de tus deseos por ser hada, y mis intentos por construirte un oasis en el cielo.

Y si me preguntan por el tiempo, les diré que es lento en mi órbita, pero cuando cruza a tu galaxia, viaja a la velocidad de la luz. Que cada segundo es un mundo entero, y que los relojes son aleatorios bajo las sábanas.

Que las debilidades se convierten en fortalezas, si besas mis suspiros y le pones voz al placer de mi boca. Y mientras tapo las grietas de tus metas y se transforman en exitos, sella mis silencios con las betas verdes de tu iris.  Y mientras quede luz en mi lámpara de lava, pediré que te quedes en la penumbra de la noche y me cuentes los lunares. Yo te cuento las estrellas que alunizan cada vez que miras al cielo y les prestas tu luz.

Y si quieres, alquilo un par de horas al tiempo para comernos los segundos. Y si aun quedan relojes que sean capaces de medir nuestros momentos, que me expliquen cómo llego hasta el punto exacto en el que despegaste y quisiste viajar sola. Y con tus alas rotas, pudiste llegar al pico más alto. Desde una nube, yo te observaba, y me convertí en agua para llover en tu cauce,  y aprender a ser cometa. Y me olvidé del vértigo cuando deje de mirar al suelo y vi tus ojos. Y vi cómo tus alas se reinventaban, como un fenix que renace de sus propias llamas. Y mis pulmones se llenaron y quisieron ser viento, y quisieron llevarte a ese oasis en el cielo que lleva grabado tu nombre.

Tú, experta en aterrizajes forzosos. Yo, aprendiz de altos vueltos. Y en este sintentido, me convierto en pájaro y planeo improvisando.

Destino, el paraiso. Ese hueco entre tus brazos en el que encaja mi cuerpo, donde no quedan espacios, porque no existe el tiempo.




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