jueves, 7 de febrero de 2013

Cometa.

El asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Por eso estás aquí, con tu alevosía. Sosteniendo los hilos que movias a tu antojo, retorciendome los principios, tachandome las virtudes, escribiendo encima versos que no entiendo, que hablan de ti y no de mi.

Y mis párrafos se vuelven más densos, aunque en el puňal sigan los restos de besos que quisieron volar a tu nube, esos que no tenían alas. Que se las cortaron cuando conseguiste que la primavera congelase la escarcha de mis lágrimas. Y hoy es invierno, y ardo, y derrito el miedo de hablar con tu mirada en idiomas distintos, tú elegiste la ambigüedad, yo ser cometa. Subtitulas mis versos, pero mi voz es más fuerte. Esta vez los hilos los controlo yo, está vez es el viento quien me sostiene. Y si miro hacia abajo, es para sentirme grande.

Y si sigues en tu nube, y un día llueves y me empapas el alma, no llevaré paraguas. Para darme cuenta que soy impermeable, que soy implacable a las primaveras heladas, a las tormentas de verano.

Que ya te he perdido el rastro, o quizá fui yo la que nade contra la corriente y cambie de barco. Que nos desconoceremos tanto que el pasado será un libro archivado que acumula polvo en el estante de los instantes.

Y mientras me crecen las alas, sueňo, para aprender a volar más alto que las estrellas.

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