viernes, 24 de febrero de 2012

A base de golpes.

Llevaba ya varios días sin llorar. Créeme, no me perdono estas lágrimas. Cerré las compuertas para que no rodase ni una más por mis mejillas, pero hoy el caudal de mis ojos podría inundar todo mi ser. Intento evaporarlas, derretir la coraza que me hace estancarme; tal vez, mis heridas pasen desapercibidas si las cubro con sonrisas que no estén desgastadas.

No quiero sangrar más. El corazón reclama los sentimientos de ayer, y lo alimento de promesas que no llegarán, de esperanzas que se desgastan al cruzar el pasillo y  no encuentran luz. Han apagado las luces, han cerrado las puertas, y solo me queda la salida al exterior.

Y ahora qué demonios importa cómo me siento. Se que mañana amaneceré con una sonrisa ignorando que mi almohada está empapada de decepciones. Se que mañana me despertaré un poco más fuerte, un poco más capaz, un poco más razón y menos corazón. La realidad me pellizca cada día y cada vez le hago más caso, a pesar de que mi pecho palpite de emociones esperando que me deje llevar por su caudal. No quiero ahogarme, eso es todo. No quiero apostar la única carta que me queda para que alguien la desperdicie y la guarde en el cajón de la nada.

Simplemente me valoro. Y si existo para alguien, que sea para mi misma.

A base de golpes se hacen las personas.

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