lunes, 7 de enero de 2013

Manzanas oxidadas.

Esa manzana aun sigue teniendo la marca de tus dientes, tu perfecta mordida, y los restos del carmin que me rozó el alma. El carmín ya no es rojo, ya no sabe a besos, ya no huele a deseo; simplemente se ha oxidado.
Como todo, las manzanas tambien se oxidan. Las manzanas y los sentimientos.

Se oxida porque no puedes abrirme el alma e irte dejando mi piel en carne viva. Si pruebas un bocado, no vuelvas a dejarme con el resto de frutas. Si muerdes una tentación, no destruyas sus posibilidades. Ya nadie querrá posarse en mí, y me pudriré entre los miedos que tuve al abandono y las certezas de haberte ido.

Mi óxido no tiene nada que ver con el oxígeno. Me quedé sin él, sabes? Hacía mucho tiempo que mis pulmones no se llenaban de aire; Te respiraban a ti, a los suspiros despues de comerte la vida, a tus conversaciones entre sueños, a tus ojos mientras mis labios se bebian las lágrimas de tu almohada. Pero me colapsé, me declaré incompatible a tus sueños, a tus deseos, a tus miedos y ruegos por tocar el cielo en uno de esos besos llenos de excesos. Me declaré culpable por no entender tus manos y no descifrar las noches en vela. Y dejé de respirar, hermeticé mi interior.

El corazón aun bombeaba tu nombre. Con interferencias, pero, al fin y al cabo, era tu nombre. Ese era el problema. Se quedó sin latidos de tanto llamarte, el tiempo de espera cedió el turno a la impaciencia. Y guardó las taquicardias de besos que nos regalamos cada viernes en tu cuerpo, y las paradas certeras al saciarme con tu saliva, y las caricias de desayuno, y el café con tu piel. 

Corazón y pulmones oxidados. Y me queda la mente, esa ventana al exterior que me imposibilita sentir, si, pero me permite crear. Y creer.

Y creo que ya no dueles, y te creo cuando quiero y cuando no te hago desaparecer. Y si puedo crearte, y no crearte, puedo desquererte. Y a veces no te creo, cuando creas un mundo en el que puedes crearme de nuevo.  Y yo ya no quiero ni creo en mundos donde me transformes. No me inventes de nuevo, no estoy rota. Solo estoy oxidada, del mal uso, y del desuso de mi esencia. Y tú saliva no me salva, tus miedos no me hacen ser libre, en mi cama no entran todos tus sueños.

Lo siento, no pertenezco a tu mundo.
Si, ese en el que no hay oxígeno, las manzanas se muerden una vez y las almas no respiran.

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