miércoles, 12 de enero de 2011

Volver.

La transición a lo que la gente llama comumente "etapa de madurez" puede ser un punto de inflexión en nuestras vidas; sin embargo, yo no creo que nadie nunca llege a esa etapa. El intelecto humano no esta preparado para entender la vida; si fuera así, ¿quién le lloraría a la muerte? Qué paradógico, es lo único seguro que vamos a hacer tras vivir, y es lo que más nos duele.
No somos manzanas que vayan a caer de su rama cuando estén preparadas para dejar de vivir a tres metros sobre el suelo. Eso significaría que no valdría la pena vivir más allá del primer rebote contra la tierra; no nos quedaría nada más por hacer, sentir, pensar o soñar, lo que nos convertiría en absurdos vegetales cuyo movimiento dependería de hacía que punto cardinal sople el viento esa mañana.

Por eso yo me río de los que creen que han vivido todo; por eso, la vida les da una lección a su existencia y los papeles del destino se intercambian con el paso del verano. ¿Aún no lo sabeis? Nada permanece, todo cambia. Y no lo digo yo, lo dicen las hojas escritas en tiempos donde amar era mi segundo apellido. Lo dice mi mente soñadora que se ha creado un mundo paralelo donde mis brazos forman un solo cuerpo con los tuyos. Lo confirman las cartas quemadas del último cajón que se ahogaron en lluvías de ceniza.

Parece mentira; ayer tenías un sueño entre tus manos y lo veías tan tangible, tan seguro, tan tuyo, que era improbable que se te escapara. Y ahora te arrepientes.. porque sí, lo has valorado, pero no has estrujado ese momento hasta que no quedara nada más por soñar.

 Debí haberte entregado el alma aquel día, para que al menos así tuviera una excusa para volver.

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